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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina
NUESTRAS TRADICIONES
EL HOMBRE

 

EL PAISANO Y EL GAUCHO (1870)

LUCIO V. MANSILLA

 

Son dos tipos diferentes. Paisano gaucho es el que tiene hogar, paradero fijo, hábitos de trabajo, respeto por la autoridad, de cuyo lado estará siempre, aun contra su sentir.

El gaucho neto, es el criollo errante, que hoy está aquí, mañana allá; jugador, pendenciero, enemigo de toda disciplina; que huye del servicio cuando le toca, que se refugia entre los indios si da una puñalada, o gana la montonera si ésta asoma.

El primero, tiene los instintos de la civilización; imita al hombre de las ciudades en su traje, en sus costumbres. El segundo, ama la tradición, detesta al gringo; su lujo son sus espuelas, su chapeado, su tirador, su facón. El primero se quita el poncho para entrar en la villa, el segundo entra en ella haciendo ostentación de todos sus arreos. El primero es labrador, picador de carretas, acarreador de ganado, tropero, peón de mano. El segundo se conchaba para las yerras. El primero ha sido soldado varias veces. El segundo formó alguna vez parte de un contingente y en cuanto vio la luz se alzó.

El primero es siempre federal, el segundo ya no es nada. El primero cree todavía en algo, el segundo en nada. Como ha sufrido más que la gente de frac, se ha desengañado antes que ella. Va a las elecciones, porque el Comandante o el Alcalde se lo ordena, y eso se hace sufragio universal. Si tiene una demanda la deja porque cree que es tiempo perdido, se ha dicho con verdad. En una palabra, el primero es un hombre útil para la industria y el trabajo, el segundo es un habitante peligroso en cualquier parte. Ocurre al juez, porque tiene el instinto de creer que le harán justicia de miedo, y hay ejemplos, si no se la hacen se venga, hiere o mata. El primero compone la masa social argentina; el segundo va desapareciendo. Para los que, metidos en la crisálida de los grandes centros de población, han visto su tierra y el mundo por un agujero; para los que suspiran por conocer el extranjero, en lugar de viajar por su país; para los que han surcado el océano en vapor; para los que saben donde está Riga; ignorando dónde queda Yavi; para los que han experimentado la satisfacción febril de tragarse las leguas en ferrocarril, sin haber gozado jamás del placer primitivo de andar en carreta, para todos ésos el gaucho es un ser ideal.

No lo han visto jamás.

 

EL GAUCHO ACTUAL (1883)

VENTURA R. LYNCH

 

Caracteres. Aun cuando se encuentra entre ellos el tipo del gaucho primitivo, ya no es acentuado como en la época del dictador [Rosas].

Una inmensa corriente de inmigración ha modificado bastante el tipo del paisano. Hoy es vulgar encontrar gauchos rubios, blancos, ojos azules, de facciones sumamente finas. Sin embargo, el tipo más general es blanco tostado o trigueño, pelo negro o castaño oscuro, ojos pardos, negros o verdosos, barba muy rala o tupida.

El carácter principal del gaucho son los pies inclinados hacia adentro y las piernas un poco arqueadas, resultado de su hábito de vivir sobre el caballo desde la más tierna infancia.

Un poco indolente, tiene el genio alegre y festivo y bastante supersticioso. Habla siempre con malicia y en su fondo es bueno, honrado, hospitalario y generoso.

El viajero no llega a la choza del gaucho sin salir encantado de su bondad, sencillez, negligencia y hospitalidad.

Costumbres. Desde luego vamos a dividir el gaucho en dos subespecies: el gancho verdadero y el gancho compadre.

El gaucho verdadero conserva casi todas las costumbres de sus antecesores. El sombrero o el chambergo lo usa con el ala levantada hacia adelante y volcada por detrás, pañuelo al cuello o atado por bajo la barba y sobre la cinta o barbijo. Anda en mangas de camisa y con poncho, sin dejar el chiripá. En días de festejo gasta el calzoncillo con flecos. Más emplea la bota de becerro que la de potro.

Entre todos es constante el tirador. Lo adornan con monedas de plata y las hay que ostentan onzas, cóndores y otros cuños de gran valor. Generalmente el boliviano es el de su preferencia, lo mismo que aquellas antiguas monedas de plata españolas que aún se encuentran en la campaña sin saberse cómo no han desaparecido.

En su pingo, no falta el fiador, el pretal, el cabestro, las riendas, el recado, las bolas y el lazo.

El gaucho compadre usa el sombrero echado sobre los ojos, levantada el ala de atrás y medio volcada de adelante. Prefiere la bombacha al chiripá. Nunca deja su poncho, que bien lo lleva doblado sobre el hombro o como los demás. Su largo flamenco nunca se le cae de la cintura.

Jamás deja las compadradas. Siempre es chocante y es muy difícil que donde él pise no se arme algún barullo. Es pendenciero y a veces no cobarde. Es el tipo medio entre el gaucho verdadero y el compadrito de la Capital.

Milonguero como él solo, sus canciones están siempre salpicadas de una sal compadre e hiriente.

Tanto él como el verdadero, son sumamente aficionados al juego de los naipes. El monte, la brisca, el siete, la treinta y una, el punto y el truco constituyen el repertorio de su tapete. Juegan también a las bochas y a la taba.

Hacen siempre carreras, que es otra de sus predilectas diversiones. Gustan mucho de las cinchadas.

Liban con más placer la caña o la ginebra a cualquier otra bebida. Entre sus platos favoritos está el puchero, el asado al asador y la mazamorra. En su fogón, hierve el agua desde el amanecer hasta que anochece y el cimarrón corre constantemente de mano en mano.

 

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