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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina
NUESTRAS TRADICIONES
EL HOMBRE

 

GAUCHO FEDERAL (1832)

ROBERT ELWES

 

Al entrar en la ciudad no se puede dejar de admirar el pintoresco aspecto de la población y el porte libre con que los gauchos cabalgan por las calles. Su traje es muy atrayente. Usan calzones muy anchos de lienzo blanco llamados calzoncillos, hermosamente adornados de la rodilla abajo con calados, y a veces con un fleco de seda que cae sobre el pie. Un chiripá, un poncho de algún color brillante, atado alrededor de la cintura, y acomodado flojamente entre las piernas, en forma de grandes pantalones abolsonados; una corta chaqueta y un ancho cinto de cuero con carteras completan la vestimenta. El cinto, llamado tirador, está asegurado atrás con cuatro o más hileras de patacones, y a él va sujeto un largo cuchillo, frecuentemente con vaina y empuñadura de plata. Sus botas, abiertas en la punta, son blancas y hechas con gran esmero con el cuero de la pata del caballo, sin costura; la abertura en la punta es por donde pasó la tibia del animal.  Estas botas son engorrosas de hacer, pues hay que rasparlas y estregarlas con gran cuidado hasta quedar suficientemente delgadas y flexibles. El sombrero es un panamá de paja con ala angosta, rodeado por una cinta roja, y usan grandes espuelas de hierro o plata.

El uniforme de los soldados es bueno y sencillo y corresponde al que siempre acostumbran a usar. Llevan una camisa de lana roja, chiripá y gorro de cuartel también rojos, con bandoleras blancas. Son todos de caballería, pues no se puede esperar de un gaucho que vaya a ningún lado sin el caballo, aunque algunas veces son también utilizados en la infantería. Son generalmente muy buenos mozos, de aspecto salvaje, y su elegante y fácil manera de montar a caballo suscita admiración. Los gauchos debieran ser vistos únicamente a caballo.  Estriban largo sin depender de ninguna manera de los estribos; y como la montura (recado) toma la forma del lomo del caballo, se sientan en la posición en que un hombre lo haría si no tuviese silla ni estribos, exactamente como vemos los guerreros esculpidos en el friso del Partenón.  Como en esa posición lo principal de la presión contra la montura se hace desde el muslo, parecen sentarse libremente sobre sus caballos porque la pierna y el pie que cuelgan dan esta apariencia, pero siempre están perfectamente firmes.

Generalmente, van con la rienda floja y no pretenden saber nada de lo que se refiere a poner el caballo en las riendas, o de las demás reglas de equitación que conocen nuestros jinetes.  Muy rara vez el caballo los desmonta, pero cuando el animal hocica se mantienen enredando sus grandes espuelas bajo el cuero del recado. Si el caballo cae con ellos cuando galopan, con frecuencia encuentran el modo de caer parados. Rosas fue reconocido el mejor gaucho de su tiempo, significando con ello que era el mejor jinete en un caballo chúcaro, y el más hábil tirador de lazo y bolas. Podía saltar sobre el lomo de un caballo salvaje en el momento en que se abalanzaba desde la puerta del corral, sin montura ni riendas, cabalgarlo y traerlo al corral.  La montura llamada recado es, creo, peculiar de este país. Al principio no es agradable usarla, pero gusta a muchos cuando se han acostumbrado a ella y cabalgarán con recado un caballo que los tiraría con silla inglesa.

El oriental quiere a su caballo y lo trata bien, pero el gaucho lo descuida. Esto proviene, probablemente, del carácter de los caballos de las pampas y de su baratura. La misma razón lo vuelve cruel con el ganado, del cual parece pensar que es insensible. Cuando arrea ganado a la ciudad para la matanza, el gaucho no tiene escrúpulos en desjarretar los animales cansados, y los abandona gimiendo en el camino hasta que tiene tiempo de volver a buscarlos. Frecuentemente he hallado cuatro o cinco en este estado en el curso de una milla, después de haber pasado una tropa por el camino.

Los caballos no son lo que en Inglaterra podríamos llamar buenos, pero sí muy tolerables, y generalmente agradables de cabalgar, con un galope largo muy cómodo una vez domados son muy dóciles, muy mansos, como dicen los nativos, porque a menudo sueltan cuarenta o cincuenta juntos en el corral; y en la ciudad los dejan esperando en la calle a la puerta de la casa con toda confianza. Se acostumbra cortarles la crin y dejarles solamente un mechón, que sirve de ayuda para montar. Las colas nunca se cortan, y el gaucho más vulgar pensaría. que es algo indigno montar un caballo de cola corta. Sus únicos modos de andar son el paso y el galope, y como ninguno trota bien, lo mejor es no intentarlo. Pocos están herrados, excepto en la ciudad.

 

EL GAUCHO FEDERAL (1832-1852)

VENTURA R. LYNCH

 

Caracteres. La trenza de los primitivos cauchos había desaparecido, usándose el pelo cortado a la altura de la oreja. La barba ya había entrado en moda, acostumbrándose rasurarla a la altura de la boca, en la que también ya se dejaba crecer el bigote. El color del rostro era acentuado, semichinado, mezcla todavía de las razas blanca y cobriza, con el labio inferior un poco grueso, como los cauchos anteriores.

Costumbres. Vestían con muy poca diferencia del pancho primitivo, con el sombrero de embudo de aquella época, que había sustituido al anterior y en el que lucía su ancha divisa punzó.

El pantalón ya había sido reemplazado por el chiripá, siendo los más usuales de paño, lana, lino o algodón.

Al cuello usaban un pañuelo punzó, y su facón, que había crecido un medio palmo, había pasado a colocarse sobre los riñones en vez del costado izquierdo o delante, como lo usaban sus antecesores.

El tirador sustituía ya al ceñidor.

Su música había sido aumentada con hueyas, gatos, pericones, triunfos, medias cañas, tristes, estilos, cuecas, etc., etc., imperando en su letra los gritos de muerte que lanzaban los seides del tirano contra sus enemigos y los elogios al Ilustre Restaurador de las Leyes, como él mismo pomposamente se hacía llamar.

 

GATO

 

Que vivan los federales

y viva el Restaurador

y viva Doña Manuela

viva la Federación.

 

Salta la infeliz madre

salta la infeliz

que se la lleva el gato

y el gato rabón.

 

El que sea de pa juera

que me preste su atención

aquí están los federales...

¡Viva la Federación!

 

Los salvajes asquerosos

andan malevos por ahí

si el federal los agarra

les ha'e tocar el violín.

 

Salta la perdiz madre

salta la infeliz

etc.

 

Hagan la última postura

que ya acaba la canción

viva don Juan Manuel de Rosas

¡Viva la Federación!

 

HUEYA

 

Muera el salvaje Lavalle

y el Guarda Chanchos

que ni pa pasto

sirven de los caranchos.

 

A la hueya, hueya

hueya sin cesar

ábrase la tierra

güélvase a cerrar.

 

Viva el gaucho surero

que es como cuadro

cuando le aprieta las paibas

al unitario.

 

A la hueya, hueya

dense las manos

como se dan la pluma

los escribanos.

 

Todos los unitarios

Jieden a potro

como jieden los indios

jediondos netos.

 

A la hueya, hueya

dense los dedos

como se dan los cinco

los carpinteros.

 

Que viva la santa causa

y don Juan Manuel

que viva su ilustre hija

y la escrebida ley.

 

A la hueya, hueya

cómo ha de ser

siempre padece el hombre

por la mujer.

 

DÉCIMAS

 

Bien haiga la salvajada

puende quiera que hizo pie

ya quiso mostrar la fe

que traiba en su caballada,

largaba la disparada

como si juera animal

que dispara del corral

juyendo las boleadoras

que son medías trabadoras

cuando agarran un bagual.

 

El mesmo Lavalle un día

cuando dentro a Santa Fe

quiso ocultar el porqué

del federal él juyía,

la verdá jue alma mía

que el salvaje disparó

y con el susto llevó

la tranquera por delante

dejando a toda su gente

en poder del que ganó.

 

De ahí pasó pa'l interior

gambeteando como gama

y ganando siempre fama

como gaucho peleador,

como si juera un primor

en la lata o el facón

porque tenía un cañón

un jusil y un no sé que...

daré la razón por que

¡Viva la Federación!

 

Y viva don Juan Manuel

que viva el restaurador

y viva todo color

que sostenga su poder,

porque en su cencía a mi ver

es hombre de gran primor

que sabe hacer el amor

al qués salvaje unitario

mandándolo pal osario

como osamenta 'e mi flor.

 

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