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El Sitio de la Tradición Gaucha Argentina
NUESTRAS TRADICIONES
EL RECADO

 

EL RECADO (1820-1825)

UN INGLÉS

 

El recado, o montura del país, es bastante aceptable, y está hecho en tal forma que sirve de montura y de cama en los viajes largos.  Las riendas y frenos españoles son preferidos tanto por los ingleses como por los nativos.

La costumbre española de llevar los estribos largos ha sido generalmente aceptada, y me parece mucho más elegante que la nuestra. Los estribos y las espuelas de plata no se usan tanto como antes.  Hubo tiempos en que los robos de caballos, riendas y monturas eran muy frecuentes, en las calles, pero la vigilancia de la policía ha dado fin a estas irregularidades. Todo caballo tiene una marca de fuego que indica su procedencia.

Los paisanos galopan millas llevando en el estribo tan sólo un dedo del pie.  Hay costumbre de atar las patas delanteras de los caballos en la calle, para evitar que se escapen.  En la ciudad no se permite galopar.

...El deporte predilecto en el país es el de tirar el lazo, y los criollos lo arrojan con gran maestría.  Un jinete con un lazo en la mano cabalga entre el ganado y enlaza el animal que desea; generalmente les basta arrojar la cuerda una vez para atrapar su presa: desde niños se adiestran en manejarlo y es un arma formidable contra un enemigo que huye.

...Estos gauchos son gentes muy raras: llevan el cabello largo y trenzado, como los chinos.  Entre otras singularidades de su indumentaria está la de atarse pañuelos bajo la barbilla que cuelgan sueltos por detrás.

 

UN RECADO (1847)

WILLIAM MAC CANN

 

Las riendas son de cuero crudo, trenzado, muy fuerte, y el freno de manufactura inglesa, aunque de modelo español. Mi apero estaba formado de las siguientes piezas: primero, un cuero de oveja colocado directamente sobre el lomo del caballo; luego una manta de lana, doblada, que puede servir de abrigo al jinete y va cubierta por otro cuero sin curtir para defenderla del agua; después un cobertor espeso de lana, fabricado en Yorkshire, con largas borlas colgando de las esquinas; esta pieza se dobla cuidadosamente y va cubierta con una carona suelta, bastante amplia, que protege todo lo demás de la humedad y la lluvia; los bordes y extremos de esta última pieza tienen ribetes estampados primorosamente con dibujos ornamentales.  Todas estas prendas equivalen al simple mandil que se pone bajo la silla inglesa. Luego viene lo que puede llamarse el eje de la silla, fabricado de madera y cuero. De él se suspenden los estribos: forma como un asiento plano, algo curvo, para adaptarse al lomo del caballo. Todo este equipo se asegura con una cincha de cuero crudo, ancha de doce a catorce pulgadas. La silla va cubierta para mayor comodidad -y también para proveer de almohada al jinete durante la noche-, con una piel de oveja cuya lana se tiñe de púrpura brillante; sobre ella colocan un cobertor liso, parecido a esas alfombrillas de lana con flecos que adornan el piso en las salas de Inglaterra; encima va una pieza de cuero delgado y muy blando, sobre la que se sienta el jinete.  Por último, el conjunto se asegura todavía con otra cincha de cuero ornamentado.  Este agregado de atavíos, sumado al peso del jinete, forma una carga considerable, aun para cabalgaduras fuertes, cuando se trata de un viaje largo...

El caballo de don José, mi compañero, iba aparejado idénticamente, llevando una ancha alforja de lona con la ropa y otros objetos necesarios.  La tarea de ensillar y de arreglar los equipos, llevó más de una hora.

 

El RECADO (1851-1853)

C. SKOGMAN

 

Las monturas aquí empleadas, difieren mucho de las conocidas entre nosotros.  Están constituidas por una serie de piezas sueltas cuya enumeración resultaría cansadora.  Son más largas y carecen de arzones.  La cincha no está sujeta a la montura y consiste en un cuero crudo de una cuarta o más de ancho, terminando en un par de anillos por los cuales se pasa repetidas veces un tiento blando para ajustarla convenientemente.  En la misma se sujeta asimismo el lazo.  Los estribos son pequeños y apenas permiten apoyar la punta de los dedos.  Los paisanos casi no los utilizan o bien se conforman con un par de palitos sujetos en una correa y de los cuales se sirven aprisionándolos entre el dedo mayor y el siguiente de sus pies descalzos.

Los frenos son duros, las barras laterales son curvas y en los extremos del bocado en sí, está sujeto un aro que aprisiona la barbilla del animal, en lugar de la clásica cadenilla.  Las riendas son generalmente de tiento trenzado y muy delgadas y a veces se juntan formando un látigo.  Para viajes largos se incluye en el equipo un cuero corto, mediante el cual se traban las patas delanteras del caballo cuando se le deja pastar.

Los argentinos de fortuna suelen poseer monturas hermosísimas, siendo los estribos, el freno y las aplicaciones de plata y el cuero vistosamente trabajado.  En ese caso las grandes espuelas son también de plata.  Los dientes de hasta dos pulgadas que poseen algunas espuelas, les da un aspecto cruel, pero como las puntas son completamente romas, sería necesario un gran esfuerzo para llegar a lastimar el animal.

El freno fuerte obliga a montar con mano liviana, pero en general los caballos no son duros de boca y resultan cómodos y agradables para montar cuando han sido medianamente amaestrados.  Saben detenerse casi instantáneamente aunque vengan a gran velocidad y se gobiernan con el menor movimiento de la mano.

 

EL RECADO Y LAS PRENDAS DE PLATA (1861)

T. WOODBINE HINCHLIFF

 

Para el gaucho, su recado es cosa muy importante, aunque se trata de un complicado y molesto aparejo, compuesto de un gran número de ceñidores y mantas, algunas de utilidad y otras de mero adorno.  La silla es muy alta y, cubriéndolo todo, viene una especie de tapete que forma un asiento muy blando, aunque también muy caliente.  El conjunto es muy pesado: a menudo pesa cuarenta libras; pero debemos recordar que, tomado pieza por pieza, sirve para tender un lecho muy confortable, mientras que una silla inglesa sólo es buena para almohada. Los hombres ricos se sienten orgullosos de sus muy lindos recados, con cueros muy bien trabajados, y aun los recados moderadamente buenos resultan muy caros.  Si se les compara con la silla inglesa, sin duda ofrecen asiento más cómodo; pero, por otro respecto, son muy calientes y verdaderamente pesados e incómodos para ensillar. Con todo, para los trabajos fuertes de la campaña, tienen un elemento necesario que no sería posible usar con la silla inglesa: esto es, una cincha de cuero fuerte de unas nueve pulgadas de ancho, que se cierra completamente alrededor del recado y de la barriga del caballo, y cuyos extremos se unen con correas bien cerradas que pasan por dos aros de hierro.  Esta cincha lleva hacia un lado, una fuerte argolla de hierro firmemente adherida como para soportar toda la tensión del lazo.  Por hábiles que sean los gauchos con este instrumento poco podrían hacer si confiaran solamente en su brazo para tirar de él y sostenerlo cuando cae en los cuernos de un animal a toda carrera; pero como el otro extremo del lazo va firmemente atado a la argolla del recado, el peso y la fuerza del caballo se dejan sentir en el otro platillo de la balanza.  Este arbitrio tiene un solo inconveniente y es que el jinete no puede librarse del lazo, aun cuando lo quisiera, una vez enlazado el toro por los cuernos; está obligado a seguir todos los movimientos del animal: girar cuando él gira y evitar sus embestidas si lo embiste; pero no puede verse libre hasta el momento en que, con la ayuda de sus compañeros, echa al animal enlazado en el suelo para marcarlo o para matarlo, según el caso lo requiera.

Sin embargo, cualquiera sea la opinión que se tenga sobre las ventajas de las sillas de montar, pienso que, sin duda, las riendas criollas y las cabezadas de cuero trenzado, son infinitamente mejor que nuestras riendas de suela. La fuerza del cuero crudo que usan es enorme y el trenzar los tientos finos es un arte en el que los gauchos sobresalen particularmente y en el que muestran verdadero buen gusto. Las mejores riendas están hechas de esta manera, en fragmentos unidos por fuertes argollas de pura plata; y la misma belleza del trabajo hace que las riendas resulten caras; pero quien las compra puede estar seguro de que le durarán siempre. El freno criollo es muy fuerte y mortificante; la moda es llevarlo también de pura plata; lo mismo puede decirse de las espuelas que yo he visto hechas del mismo material y con peso de tres libras cada una.  Las rodajas son de casi seis pulgadas de diámetro. En rigor, el caballo con sus avíos y ornamentos es el gran hobby de los sudamericanos y no se miran mucho en pagar lo que les parece bien hecho. En cuanto el caballo mismo, es bastante barato en el campo y aun en las ciudades...

Los lazos y todo lo que llene una función de una soga o tenga su forma, están hechos de la misma manera: una pieza de cuero se corta a manera de una espiral, en tiras de unos cien pies o más, que se hacen flexibles y plegables como seda, por las constantes aplicaciones de grasa. El rebenque o látigo criollo es hecho del mismo material; tiene unos dos pies de largo y una pulgada de ancho, y remata en una punta, con un bien trenzado mango que termina en cabo de plata, a través del cual pasa un estrecha correa con la cual se cuelga de la muñeca de manera que pueda quedar la mano completamente libre para usarla cuando es necesario.  En el centro de Entre Ríos recogí un lindo specimen, de rebenque de campo, de confección tosca, que había sido perdido por su dueño; no tiene ningún trenzado en el mango; éste es de hierro con un pesado cabo de plata en el extremo. Tal rebenque constituye un arma formidable de ataque o defensa y me han dicho que, armado así, un gaucho, en caso de no poder dominar su caballo, puede, afirmándose en los estribos, matar enseguida al bruto con un simple golpe entre las orejas, quedando naturalmente en condiciones de sacarle el recado y colocárselo al que encuentra más próximo a él.

El gusto por los adornos macizos de plata, siempre ha estado muy difundido en Sudamérica y es cosa de todos los días encontrar, en un país donde todo lo necesario para la vida se paga con billetes sucios de papel, hermosas monedas de plata (grandes como las coronas inglesas) usadas a manera de botones.  Las riendas se ven algunas veces cargadas con plata pero me parece que, una época de mayor sentido práctico, está ya disminuyendo la fantasía por estas inútiles y hasta perjudiciales ostentaciones; nadie puede negar el inconveniente de unas espuelas tan pesadas que hace imposible caminar con ellas y es injusto, sin duda, cargar con barras de plata la cabeza de un caballo que desempeña trabajos tan fuertes.

Uno de los instrumentos criollos más útiles son las maneas o trabas, sin las cuales nadie podría andar por el campo, solo, por temor de perder su caballo si se ve obligado a desmontar.  Con la manea en las patas delanteras ningún caballo puede avanzar y pocos son los que lo intentan siquiera.

...El último, pero no el menos importante entre los instrumentos necesarios para la vida del campo, es un cuchillo de hoja larga, muy útil, que se lleva siempre atrás, a la cintura y sirve para todos los destinos imaginables, desde el corte de una estaca, hasta el desquite que haya de tomarse por una ofensa personal.

 

EL RECADO (1862-1863)

THOMAS J. HUTCHINSON

 

Un gaucho sin su caballo es una cosa imposible.  Al mover sus muebles, que consisten en camas, sillas, mesas, ollas y loza, el lomo del caballo sirve para la carga.  Los ataúdes se llevan al cementerio atravesados sobre el lomo de un caballo; y uno apenas tendría derecho a sorprenderse si oyese hablar de una especie de semicentauro, que va dormido o cocinando su comida a caballo, especialmente si miramos el cuadro que tenemos delante, de un dentista que opera en las mandíbulas de un pobre diablo, en el que se ve a caballo tanto al paciente como al médico.

Ningún cruzado de los antiguos tiempos podría haber marchado más orgullosamente a la cabeza de un gallardo regimiento que se dirigiera a la Tierra Santa que como lo hace un gaucho al guiar una tropa de veinte o treinta carretas, tirada cada una por seis bueyes, a través de las pampas de Córdoba o Mendoza.  En su montura, principalmente hecha de cuero de potro, sin curtir, y de piel de carnero, se sienta con la conciencia de que él es el que dirige al caballo.  Es, a la verdad, muy raro, que un verdadero gaucho ponga el pie en el estribo, (andando a caballo nunca), pues lo usa únicamente en las paradas, cuando quiere ostentar su figura.

En estos pueblos se hacen los estribos de una forma triangular, de hierro o plata, con la base trabajada a la moda de una vinagrera de filigrana, pero en una pequeña escala.  En el Museo de Buenos Aires vi algunos de estos estribos triangulares, que figuraban como traídos del Paraguay, hechos de una madera dura, y tan grandes, gruesos y pesados, como, para resistir sobre ellos la carga de una caballo.  Por estos estribos tan pesados, cuando describamos las partes que componen la montura o el recado, se puede calcular qué peso tiene que llevar el caballo del gaucho.

El recado, literalmente "la cama del gaucho por la noche y su guardarropa durante el día", se puede considerar como todo el moblaje de su casa, pues le sirve ya como montura, ya como colchón para dormir.  Se compone de las siguientes piezas:

Nº 1. Caronilla: un cuero de carnero que se pone sobre el lomo del caballo.

Nº 2. Primer jerga: un pedazo de alfombra, como de una vara cuadrada, puesta sobre la caronilla.

Nº 3. Segunda jerga: un pedazo de lo mismo, pero más pequeño en dimensión, que forma la otra capa.  Estas dos jergas, generalmente, son las frazadas del gaucho u otro viajero cuando duerme en la pampa abierta.

Nº 4. Carona de vaca: un pedazo de cuero de vaca sin curtir del mismo tamaño de la siguiente.

Nº 5. Carona de suela: como una vara cuadrada de cuero de vaca curtido, adornado con figuras hechas en la suela con hierro candente.

Nº 6. El verdadero recado: al cual van sujetas las correas de los estribos, y el que generalmente es hecho de madera y paja forrada de cordobán o suela.

Nº 7 La cincha: hecha de un cuero muy fuerte y crudo, y compuesta de dos piezas, unidas en uno de los extremos, cada uno de los cuales tiene argollas de hierro.  Una de aquellas se extiende sobre el lomo del caballo, atravesando el recado, mientras la otra pasa por bajo la barriga, y ambas son ajustadas por un correón, o lonja de cuero.  Es en una de estas argollas de hierro, en esta parte del arnés, que está pegado un gancho para sujetar la cuarta del carruaje o carro, para que el caballo tire.  Por consecuencia, estando sólo de un lado el tiro de la fuerza, hay mucha y frecuente necesidad de arreglar la cincha.

Nº 8. El cojinillo: es un tejido de lana, puesto sobre la cincha; blanco o negro, como lo quiera el gusto del cabalgante. Éste también tiene el nombre de pellón.  Es algunas veces, pero no siempre, cubierto por:

Nº 9. El sobrepuesto: un pedazo de alfombra más pequeño que la jerga.  Aquí se suele ver la piel de un aguará (lobo del Chaco), o un cuero de nonato; y todo está asegurado en el caballo por:

Nº 10.  La sobrecincha: una correa que envuelve todo y que está asegurada en derredor del cuerpo del caballo por una hebilla.

Fuera de todo esto, el caballo del gaucho generalmente lleva en el pescuezo un cíngulo (el fiador), una cinta de plata, en la parte del frente de la cabezada, llamada chapeado, y una brillante cintura de plata, algunas veces floreada, y frecuentemente de colosales dimensiones, alrededor del pecho.  Esta última se llama pretal.

 

EL RECADO (1865-1868)

RICHARD ARTHUR SEYMOUR

 

La montura o recado constituye una pesada carga para el lomo del caballo, pues a menudo, con todos sus componentes, llega a las sesenta libras (veintisiete kilogramos y medio).  Varía de acuerdo al gusto o medios del dueño y la gran ventaja que posee sobre la silla inglesa es que, cuando en un viaje se ha provisto de uno bueno y poncho, siempre se puede contar con cama para pasar la noche.  Muchos de mis compatriotas, allí, no obstante, utilizan la silla común inglesa, llevando las frazadas arrolladas en su parte anterior, pues el recado no resulta cómodo sino cuando se gasta indumentaria de gaucho.

El recado está formado por varias bajeras o cueros de oveja, colocados en contacto directo con el lomo elel caballo.  Encima vienen dos caronas, de cuero crudo, más otra de suela, labrada a fuego.  Estas caronas tienen unos cuatro pies de largo por dos de ancho (1,25 m por 0,61 m) y son abiertas en el medio, de manera que caen a uno y otro lado de los costillares del animal a igual proporción por costado.  Sobre éstas se coloca el recado, que es, por así decirlo, la silla propiamente dicha.

Está hecho de madera forrada de cuero, con una especie de pico adelante y otro atrás, aunque en muchos casos no consista más que en dos largos cilindros paralelos, de paja liada y retobados, que se colocan uno a cada lado del espinazo del caballo.  Todo este conjunto, se ajusta por medio de una ancha cincha de cuero, la que está formada por dos piezas, una que cruza por encima del recado y la otra, más larga, pasa, por debajo o sea el vientre del animal.  Las dos piezas, en cuyos extremos van colocadas dos fuertes argollas de hierro, se ciñen por medio de una tira de cuero llamada correón.

El caballo puede así ser bien cinchado, requisito muy necesario, ya que el lazo se apresilla a una argolla (la asidera), amarrada en la parte superior de la cincha (la encimera). En esta forma tíranse los carros o cualquier objeto pesado que se desee, sin emplear jamás la pechera.

Arriba de la cincha viene el cojinillo hecho de lana de cualquier color. Para el trabajo ordinario, se colocan dos o tres cueros de oveja sobre el recado, los que se ajustan con una estrecha tira de cuero crudo llamada cinchón.  El cojinillo puede ser de cualquier precio, de acuerdo al capricho o medios del jinete.  En los días de solemnidades, suele verse algunos muy bonitos, lo mismo que aperos adornados con plata, y estribos y grandes espuelas hechas del mismo metal.  Sobre el cojinillo, generalmente se coloca un pequeño cuero curtido y bien sobado de carpincho, zorro, vizcacha, etc., constituyendo este implemento el sobrepuesto.

 

EL RECADO (1878)

ESTANISLAO S. ZEBALLOS

 

A las cinco de la tarde había ensillado mi castaño overo, uno de los caballos excelentes de la tropilla.  Leyría me regaló su recado en el Azul.  Siempre he sido particularmente afecto a las costumbres campesinas de mi país, y esta vez tenía que felicitarme de ser hombre gaucho, lo que vale decir, hecho a las penurias y necesidades de la vida del desierto.

El recado es en ella indispensable: cómodo sobre el lomo de la bestia, es también confortable cama durante la noche helada. Compónese de un cuerito de oveja que se pone sobre el lomo del animal, del lado de la carnaza, para evitar que el sudor moje las bajeras que le siguen.

Las bajeras son dos o tres jergas y preferentemente lo que se llama matras, tejido grueso de lana de 1x0,50m., salido del telar de los indios, de gran mérito y demanda, que protegen al caballo y sirven de excelente y abrigado colchón al viajero; la carona de cuero de vaca y luego otra más lujosa labrada con guarniciones de charol. La carona es indispensable, porque suaviza el asiento de los bastos sobre las caballerías. Solamente una carona de cuero es necesaria; pero el lujo exige dos una de piel de vaca con pelo, para conservar limpia la de suela. labrada y guarnecida, que queda así aislada de las bajeras y del sudor del animal. Las caronas son generalmente pocos centímetros mayores que las bajeras, y sus bordes describen suaves curvas, que parecen atributos indispensables de la elegancia.  El viajero las usa a guisa de colchón elástico; tendidas abajo, evitan la humedad del suelo y el contacto con los insectos y alimañas escondidas en el pasto sobre el cual se duerme.

Los bastos o albardas son dos cojines cilíndricos, que se asientan sobre las caronas, reciben el peso del jinete y evitan que el lomo de las bestias sea lastimado.  Son de varias clases: unidos unas veces los dos cojines por correas y otras por una armazón de madera, cuyas cabezas forman un arco elíptico.  Los bastos tienen otro destino capital, son una dura pero excelente almohada.

Para apretar todas estas piezas viene la cincha, compuesta de dos partes principales y dos accesorios. La barriguera, que como su nombre lo indica ciñe la panza de la bestia y que es más o menos ancha, terminada en dos argollas. La sobrecincha es otra faja de cuero, angosta, y corta, que va encima de los bastos y que remata también en argollas.  Estas dos piezas principales son unidas por un accesorio, los correones, correas o tiras angostas de cuero de vaca, sobado. El correón del lado de montar está fijo en la cincha y sirve para apretarla, mientras que el del lado del lazo, une fijamente, a través de las argollas, la cincha que es una argolla unida a la de la sobrecincha por una fuerte correa de veinte centímetros de largo.  En ella se prende el lazo por la presilla.  Finalmente una sobrecincha debe tener un ojal del lado de montar, para atar el cinchón.

Completan el recado los cojinillos. Como los vestidas de las mujeres los hay al alcance de todos los bolsillos, en una verdadera escala de calidades, desde los pobres cueritos de carnero robado al vecino o de gama boleada en los llanos, hasta los famosos pellones tucumanos.

Sobre el cojinillo va el sobrepuesto, generalmente un cuero pequeño de tigre, de carpincho, gama o tela bordada; todo sujeto al recado por el cinchón de una y dos vueltas, que es una faja angosta de cuero sobado, que se ajusta sobre la cincha por una argolla de una extremidad en que se ata la otra.

De los aleros del basto penden los estribos y de sus cabezadas los tientos, que sirven para atar las bolas, el lazo, los chifles y el gurupí de ponchos del jinete, cuando no el charqui que ha de alimentarlo.

El capítulo de las guascas o arreos de cuero sobado y ensebado no es menos importante. Consisten en un bozal y cabestro largo o maneador, que parte del fiador, que es la correa ancha del bozal que rodea el pescuezo del caballo a la raíz del cráneo y termina en una argolla.  El maneador, prendida a ésta, es envuelto en el pescuezo del caballo desde la cruz hasta el encuentro y allí va pendiente la manea. En fin, las cabezadas y las riendas, que sujetan y dirigen el freno, deben ser de cuero también, porque las lluvias y la fuerza de nuestros caballos semipotros, destruyen fácilmente las de otro material. Todas estas guascas se prestan al lujo, y unas desaparecen bajo pasadores de oro y plata y otras bajo botones de tiento, que son primorosos trabajos de tejido gauchesco e indígena. He ahí todos los arreos de mi caballo, arreos indispensables para expedicionar en nuestros solitarios campos, pues cada pieza tiene un papel importante y a veces extraordinario en la vida nómade que en ellos se hace.

 

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